La resignación de los propietarios del poder
Por Equipo uniderecho.com
Publicado en enero 19, 2007
El ser humano por estas latitudes, con mas fuerza que en muchos otros lugares del planeta, ha optado por un rol descriptivo donde comenta entre sus pares lo mal que estamos.
Eso implica ver los valores que nos rodean y que hemos perdido, las experiencias negativas de una comunidad que cada vez mas se corrompe y de pseudo - poderosos que nos gobiernan desde la política a la educación, desde la economía a cuanto campo de acción nos importa.
Parecemos haber elegido el camino de des-responsabilizarnos e imaginar que todo depende de OTROS, de los que manejan el mundo, incluyendo nuestras vidas.
Es una actitud ligera. Supone que la realidad es externa, sobre la que no se puede influir y que es impuesta por seres humanos privilegiados que tienen la “manija”, que pueden controlar a la sociedad e imponer sus propias visiones.
Suena mágico. Nos coloca a todos como dominantes o dominados. Esa posición de débiles y oprimidos les sienta extremadamente cómoda a muchos. Pretende encontrar justificación acerca de porque no se han logrado metas personales, junto a esa larga lista de errores propios. Otras veces, simplemente pone un manto de piedad sobre la falta de compromiso activo con la sociedad.
Después de todo, resulta más sencillo explicar porque los demás nos oprimen, nos obligan a hacer lo que no queremos, aceptando reglas de juego indignas, que aceptar nuestras propias falencias y temores de afrontar con convicción las disconformidades y jugar un rol netamente constructivo para que ese presente comience a modificarse.
La sociedad, la comunidad toda, cada uno de nosotros, tenemos la oportunidad de cambiar la historia. Es una oportunidad y no necesariamente una responsabilidad. El proceso no es sencillo. Es innegable. Quienes hoy detentan circunstancialmente el poder, deben saber que lo tienen “a préstamo”. Actitudes intimidantes de pocos y la MASIVA complicidad de esta sociedad que aun no entendió que es la legítima propietaria de las decisiones, conforman un escenario tan frustrante para tantos como funcional a ciertos intereses de minorías que viven el sueño de un PODER que no tiene contacto con la verdad.
Llevar adelante el cambio no es gratis. Implica compromiso, exige dedicación, pasión, esfuerzo, esmero. Casi nada importante en la vida se suele obtener por arte de magia. Ya deberíamos haber aprendido que lo mesiánico, esto del súper-héroe, es una creencia tan infantil como probadamente perverso.
Sin embargo, muchas veces, esta sociedad apuesta al líder, al nombre, al hombre, a ese que cree tener el abanico de las soluciones justas que toda la comunidad espera para dejar de ser dominada. Esa historia, casi siempre termina mal.
Los desafíos son muchos. Casi todos pretendemos vivir en una sociedad justa, llena de posibilidades, terminar con los privilegios, desarrollarnos en libertad y aprender a tolerarnos en la siempre desafiante tarea de ser feliz.
Parecen objetivos casi utópicos. Lo lamentablemente trágico es que pocos se animan a intentar recorrer ese camino de construir un futuro posible. Hemos caído en la ingenua trampa de creer que son luchadores los que forman parte de la cultura piquetera que se agota en el corte de ruta y sus equivalentes cotidianos. Ellos no luchan, solo pretenden imponer sus ideas con métodos tan ineficaces como ilegítimos y autoritarios.
No se trata de pelear contra los molinos de viento, sino de la tarea de recorrer, a través pequeñas conquistas, el sendero de la recuperación de nuestros valores mas elementales, los que tienen que ver con el derecho a la vida, a las libertades individuales, a disfrutar plenamente de los frutos del trabajo y al de la búsqueda de la felicidad.